viernes, 15 de diciembre de 2017

MAL NATURAL - EL SUFRIMIENTO DE LOS ANIMALES


¿POR QUÉ UN DIOS DE AMOR PERMITE EL SUFRIMIENTO DE ANIMALES?

Un lector de los artículos del filósofo cristiano William L. Craig le preguntó acerca del sufrimiento de los animales y las razones por las cuales, un Dios de justicia y amor lo permitía.
Craig convocó a Michael Murray en su ayuda para responder.
A continuación, la respuesta completa que usted puede consultar en el RF clickando AQUÍ

William L. Craig
Michael Murray

EL SUFRIMIENTO DE LOS ANIMALES

Lobos Marinos en Puerto del Este
Bahía de San Antonio
Río Negro
Argentina

_________

Advertencia

Craig y Murray responden desde un punto de vista evolucionista
Por tal razón, el artículo menciona varias extinciones masivas y una Tierra
con millones de años de longevidad.
El problema que tratan de resolver ambos autores no es sencillo.
Tanto los evolucionistas como creacionistas comparten la idea,
que el sufrimiento de los animales parece sobredimensionado.
La maldad en el reino animal debe ser entendida y explicada desde la filosofía y teología
en un contexto de una nueva relación más amigable con el medio ambiente.
Recordemos, también, que mucho sufrimiento animal, es provocado
por el hombre y sus actividades depredatorias.
En el libro que escribí junto con J. P. Moreland llamado Philosophical Foundations for a Christian Worldview (Fundamentos Filosóficos para una Cosmovisión Cristiana), escribo en general sobre el problema del llamado "mal natural," que contiene el dolor y la muerte de los animales. Pero cuando sé de alguien que ha escrito muy específicamente sobre un tema de preocupación, me gusta invitar a esa persona a contribuir con una columna de invitado en respuesta a la pregunta de la semana. La respuesta de esta semana viene de Michael Murray, un filósofo de la Universidad Franklin and Marshall, que ha dedicado un libro entero a su pregunta, Doug. Espero que sus reflexiones le estimulen a leer su libro sobre este tema. La respuesta del Prof. Murray dice:
Doug, gracias por esta serie de preguntas penetrantes. Creo que la realidad del mal natural representa un desafío importante a la fe cristiana y a la realidad del dolor / el sufrimiento / la muerte / depredación / extinción animal no humana podría ser el aspecto más difícil de ese reto. ¿Por qué un Dios todo bondadoso crearía un mundo en el cual estas criaturas inocentes podrían ocasionar y también ser víctimas de dolor, sufrimiento, extinción, etc.?

Mal natural
Cecil mató para vivir y murió en manos del mayor depredador:
El hombre
El rey de Zimbabue, el león más inmortalizado por los turistas, Cecil, de 13 años y melena oscura, fue encontrado sin piel ni cabeza tras ser cazado por un norteamericano en la reserva de Hwange, que habría pagado50.000 por obtener este preciado trofeo y llevárselo a sus vitrinas. Sin embargo, tras todo el revuelo causado entre conservadores de animales y webs como «National Geographic», el responsable se encuentra en búsqueda y captura por las autoridades del país africano, tras haber sido detenidos los dos acompañantes, pese a que la caza del felino pueda ser legal allí según diversos foros de caza zimbabuense.
Gentileza
Diario ABC España
(Para acceder, click AQUÍ)
Fue, de hecho, esa pregunta la que llevó a Charles Darwin, cuando reflexionaba sobre la enorme cantidad de sufrimiento que conlleva su teoría de la evolución, a exclamar “¡Qué libro escribiría un capellán del diablo sobre el trabajo torpe, derrochador, primitivo y horriblemente cruel de la naturaleza!” Preocupaciones similares llevaron al biólogo (y ahora un infame Nuevo Ateo) Richard Dawkins a afirmar: "El universo que observamos tiene precisamente las propiedades que deberíamos esperar si existiera, en el principio de las cosas, ningún diseñador, ningún propósito, ninguna maldad ni bondad, nada, sólo ciega e implacable indiferencia."
En un reciente libro llamado Nature Red in Tooth and Claw (Naturaleza Roja en Diente y Garra), yo analizo esa pregunta de una manera extensa, mirando una variedad de explicaciones que los cristianos pueden ofrecer. En lo que continúa, yo resumiré algunas de ellas. Pero permítame ofrecer primero esta advertencia. La pregunta que usted hace es tan grande y compleja que no puede ser manejada adecuadamente sin la necesidad de escribir una cantidad de páginas como si fuera un libro (¡lo que explica por qué escribí un libro entero!). Yo no llegaría a tratar aquí ni la mayoría de las preguntas que podrían ser planteadas por este tema.
La respuesta más común dada por los cristianos es que el dolor y el sufrimiento de los animales se explican por el pecado de los seres humanos, en particular por la caída de Adán. Después de todo, Romanos 8:19-22 parece dar a entender que el sufrimiento que encontramos en el mundo natural es parte del "gemido de la creación"—una creación que clama por la redención de los efectos devastadores del pecado de Adán. Isaías 24:2-6 dice directamente que (por lo menos en gran parte), el mal natural en el mundo se deriva del hecho de que los pueblos de la tierra "desobedecen las leyes," "violan los estatutos," y "quebrantan los pactos."
Sin embargo, dada la evidencia poderosa de que los animales (y su dolor, sufrimiento, muerte y depredación) existían antes de los primeros seres humanos, esa visión parece estar incompleta. Si el dolor y el sufrimiento de los animales son antes de la existencia de Adán, es difícil ver cómo su (o nuestro) pecado podría explicarlo por completo. Pero antes de dejar atrás las explicaciones que apelan a la caída, vale la pena hacer esta pregunta: "Si todo el dolor y el sufrimiento de los animales se produjo después de la caída de Adán, ¿sería la caída una explicación potencialmente buena para ese dolor y sufrimiento?"
Muchos teólogos cristianos lo han creído (por ejemplo, Juan Calvino apoya esa visión en su comentario sobre el capítulo 8 del libro de Romanos). Pero dicha explicación tiene una dificultad, una dificultad a la que llamo "La objeción de la fragilidad." Para ver la objeción, tenemos que examinar esta pregunta: ¿Cuál es la supuesta conexión entre la caída de Adán y el dolor de los animales?" Se ha propuesto un número de respuestas. Pero todas se reducen a una de dos explicaciones: (1) al pecar, Adán y sus antepasados entregaron su papel como mayordomos de los animales y así entregaron los animales a las astucias de la naturaleza, o (2) el acto mismo del pecado de Adán envió ondas de choque a través de la creación, lo que transformó los animales, que antes no podía sentir dolor, en predadores sumergidos en dolor y en presas. Sin embargo, es difícil ver el por qué Dios hubiese hecho la integridad y el bienestar de la naturaleza y de las criaturas inocentes en ella susceptibles a la obediencia fiel de los seres humanos (una obediencia que Dios sabía que ellos no sostendrían). ¿Por qué fue hecha la naturaleza de esa manera tan frágil? ¿No es la fragilidad en sí un defecto (o mal) en la creación? (1)
Por supuesto que podría ser la Caída la que explique la realidad del dolor y sufrimiento de los animales, pero no es la caída de Adán, sino la caída de Satanás. Parece ser que la caída de Satanás es anterior a la creación de los animales y no hay razón para creer que Satanás no pudo haber intervenido en los procesos naturales de la creación para asegurarse que los animales sintieran dolor (que de otro modo no podrían tener). Por lo tanto, apelar a la caída de Satanás podría tener algún valor explicativo cuando se trata del dolor y del sufrimiento animal.
Una segunda (y no popular) respuesta a este problema es negar que el dolor y sufrimiento animal sea algo real o moralmente relevante. La mayoría va a reaccionar a esta respuesta con incredulidad: "¿No es obvio que algunos animales experimentan dolor y sufrimiento?" La respuesta a esa pregunta es sí y no. Pensamos que es un tema de sentido común el que los animales experimentan dolor y sufrimiento. Pero la evidencia científica para esa creencia no es tan fuerte como usted podría pensar. Por supuesto, todos los científicos reconocen que muchos animales muestran comportamientos que hacen parecer como que están en dolor. Pero eso no es lo suficientemente bueno. Para ver el por qué, considere el fenómeno de "visión ciega.” Los pacientes de visión ciega afirmaron estar ciegos, y sin embargo, a la misma vez fueron capaces de señalar objetos y, en algunos casos, pudieron atrapar pelotas—algo que sólo podrían hacer si pudieran ver. Así que ¿están ciegos o no? Bueno, depende de lo que quieres decir por "visión." Ellos pueden ver en el sentido de que pueden utilizar la información visual para regular sus comportamientos. Pero ellos no están conscientes del hecho de que ellos pueden hacer eso.
Cuando se trata de dolor, entonces, la pregunta es: ¿podrían los comportamientos que asociamos con los animales que parecen estar en dolor constituir algo así como "dolor ciego"—mostrando todos los síntomas de conducta de un dolor real, pero sin estar concientes? Sorprendentemente, dado lo que sabemos sobre el funcionamiento del cerebro, la respuesta podría ser sí. Las partes del cerebro más estrechamente asociadas con la conciencia del dolor, también son las partes que fueron las últimas en llegar entre los mamíferos: la corteza prefrontal.
Algunos se preocupan de que esta respuesta implicaría que maltratar a los animales no sería inmoral. Pero eso no se deduce. Si los animales son criaturas de Dios, estamos obligados a respetar su bienestar e integridad. Ese bienestar puede ser reemplazado en algunos casos, en los que tenemos buenas razones para hacerlo. Pero también es cierto que a falta de dichas buenas razones, estamos obligados a ofrecer un tipo de protección.
Por supuesto, muchos van a encontrar una solución al problema que depende de la afirmación de que los animales no sienten dolor ni sufrimiento como algo extraordinariamente improbable. ¿Qué podemos decir entonces? Creo que hay dos soluciones posibles. Voy a ofrecer una aquí (¡y dejaré la otra para que usted la descubra en los capítulos 5 y 6 del libro! (Es demasiada larga para exponer aquí)). Cuando he discutido la pregunta del dolor y sufrimiento de los animales con los científicos cristianos, ellos casi siempre lo explican de esta manera: “¡Los animales sienten dolor y sufrimiento porque sin tal dolor y sufrimiento, ellos serían incapaces de evitar ser heridos! ¡El dolor es el sistema de alerta del cuerpo!" ¿Es esa una buena respuesta? ¿Pueden el dolor y el sufrimiento ser necesarios para que los organismos incorporados eviten las heridas?
Podría pensar que no. Después de todo, ¿no pudo Dios simplemente alambrarnos para que cuando estemos en presencia de un peligro físico, se encienda una luz en los ojos o un sonido llegue a nuestros oídos para advertir el peligro? ¿No sería eso lo suficientemente bueno para evitar que perjudicarnos a nosotros mismos? Tal vez se sorprenda al saber que sabemos la respuesta a esa pregunta y la respuesta es: no. Muchos cristianos han leído un libro por un médico misionero, Paul Brand llamado The Gift of Pain (El Don del Dolor), quien trabajó con enfermos de lepra en Asia por muchos años.
Entre los efectos de la lepra hay uno que deja a los pacientes sin la capacidad de sentir dolor en sus extremidades. Como resultado de eso, ellos repetidamente se hieren (o ignoran la herida, como Brand encontró cuando se enteró de que un cierto deterioro fue causado por ratas que mordisqueaban las manos y los pies de los pacientes en la noche sin que ellos lo supieran). Brand trató de solucionar el problema al crear guantes sensibles a la presión y zapatos que advertían a las personas cuando sus cuerpos estaban en peligro. El trató de utilizar paquetes de baterías que podrían causar que una luz se encendiera o que un sonido apareciera en la oreja. Pero lo único que funcionó fue un dispositivo que causaría una fuerte sacudida en la axila (uno de los pocos sitios no afectados por la enfermedad). ¡De hecho, incluso cuando él creó dicho dispositivo, la gente lo desconectaba con el fin de completar una tarea que de otra manera les sacudiría o impactaría! Eso nos da poderosas razones para pensar que el dolor y sufrimiento animal podría ser una consecuencia inevitable de la creación de organismos incorporados que viven en un mundo gobernado por leyes.
Antes de concluir, permítame referirme a la pregunta sobre las extinciones en masiva. Es cierto que nuestra tierra ha sido objeto de una serie de extinciones masivas. De hecho, si usted visita la exposición de la evolución en el famoso Museo Field de Historia Natural en la ciudad de Chicago, usted verá que la exhibición entera está hecha alrededor de las cinco grandes extinciones que, según la teoría de la evolución actual, se han producido en nuestro mundo. Dejando a un lado la pregunta del dolor, ¿por qué Dios ha permitido que se produzcan esas extinciones?
En primer lugar, vale la pena señalar, como usted lo hace, que las extinciones masivas son, según la Biblia, a veces descritas como parte del plan directo providencial de Dios. En el Diluvio de Noé, una gran cantidad de animales fueron destruidos como parte del juicio general de Dios sobre el mundo y su condición pecaminosa.
Pero ¿qué pasa con los otros acontecimientos de extinción? ¿Podrían, si la historia evolutiva resulta estar en gran medida correcta, tener un fin providencial? De hecho, ellos podrían. Los científicos creen que 65 millones años atrás, un meteorito chocó con la tierra, causando una enorme cantidad de sedimentos que fueron emitidos a la atmósfera. Ese sedimento, en gran medida, filtró la luz que llega a la tierra, causando que la atmósfera se enfriara dramáticamente, lo cual a su vez provocó la extinción de (mayormente de sangre fría) los dinosaurios.
Ese fue el más reciente de los acontecimientos de gran extinción. De no haber ocurrido ese acontecimiento de extinción, habría sido imposible para los mamíferos más grandes de tamaño evolucionar (con todos esos dinosaurios grandes y hambrientos alrededor—piense en Jurassic Park), una línea de desarrollo necesaria para que los primates surjan. Como resultado, sin el acontecimiento no habría sido posible para que nosotros surjamos.
Por supuesto, estas respuestas están, como puede ver, sólo empezando a arañar la superficie de la pregunta (una pregunta que, entre otras cosas, está estrechamente ligada a las preguntas de qué debemos pensar de la edad del universo y sobre la teoría de la evolución). Creo que es de vital importancia que los cristianos sigan participando y lidiando con esa pregunta, la que está siendo presentada con más frecuencia y en voz alta por los críticos de la fe cristiana.

___________

(1) Sobre la objeción de fragilidad que mencionan Craig y Murray, es bueno citar un trabajo del creacionista Santiago Escuaín quien escribe:

No se precisa de mucho para convertir
una bacteria amistosa en una asesina.

Un artículo citado en Medical Xpress, «From friend to foe: How benign bacteria evolve to virulent pathogens [De amigas a enemigas: Cómo unas bacterias benignas evolucionan a patógenos virulentos]», describe con cuánta rapidez los microorganismos buenos pueden transformarse en peligrosos para los humanos mediante interacciones con el sistema inmunitario:

Isabel Gordo y colaboradores del Instituto Gulbenkian de Ciencia en Oeira, Portugal, han concebido por primera vez un sistema experimental para observar y estudiar la evolución de las bacterias en respuesta a encuentros con células del sistema inmune de los mamíferos. Han descubierto que en menos de 500 generaciones bacterianas (o 30 días), las bacterias se volvieron más resistentes a ser muertas por células inmunitarias y adquirieron la capacidad de causar enfermedades en ratones.

Hay bacterias comensales, como la E. coli, que viven en el interior del cuerpo humano. Los investigadores forzaron interacciones no naturales con E. coli exponiéndolas a macrofagos —células inmunitarias capaces de devorar invasores. Esto impuso una intensa presión selectiva sobre las bacterias:

Cuando los científicos examinaron más de cerca la interacción entre nuevas bacterias variantes y los macrófagos, encontraron que las variantes de pequeñas colonias eran más resistentes a ser digeridas por los macrófagos que la cepa ancestral, y que la variante mucoide era menos propensa a ser devorada.Cuando infectaron ratones con bacterias variantes mucoides, encontraron también que las variantes tienen una mayor capacidad de causar enfermedad en los ratones.

Esto significa que unas bacterias inocuas, resistentes al toma y daca normal de la simbiosis, pudieron multiplicarse y abrumar al huésped, perturbando las interacciones de cooperación y llevando a la enfermedad. Todo esto sucedió rápidamente, en el curso de unos pocos cientos de generaciones bacterianas. La cuestión que se suscita entonces es: ¿por qué hay tantas bacterias dañinas, y tantas de beneficiosas?

El problema del mal natural presenta un desafío a todas las cosmovisiones, porque cada ser vivo padece la tensión del dolor y del sufrimiento. El evolucionista no puede llamarlo mal, porque sencillamente es —es lo que ha producido la evolución, definida como un proceso impersonal, sin dirección, amoral. Para los teístas que afrontan este problema del mal (teodicea), los evolucionistas teístas y los creacionistas de biosfera antigua tienen que suponer que millones de años de sufrimiento, de dolor y de muerte fueron partes normales de lo que resultó en una creación «buena en gran manera» (Génesis 1:31). Sólo la perspectiva bíblica natural puede contemplar el mal natural como un intruso no original, como la consecuencia del pecado y de la Caída del hombre posteriores a la creación. Una lectura directa y natural de Génesis como narración histórica (la manera en que los apóstoles y el mismo Jesús la trataban) sitúa la creación de los humanos cerca del comienzo de la creación de la biosfera (en el sexto día llano, normal), después de lo cual Dios pronunció como «bueno en gran manera» todo lo que había creado (Génesis 1:31). Siendo el mal moral la desobediencia de Adán y Eva, y el mal natural un juicio debido al pecado, los creacionistas bíblicos podemos comprender el gemido de toda la creación que Pablo describe en Romanos 8:19-23, y podemos esperar también un paraíso restaurado cuando se levante la maldición.

La comprensión de los principios básicos, sin embargo, deja muchas dificultades acerca de los detalles. Una posibilidad, basada en esta noticia y en otras investigaciones, es que la maldición sobre el mundo debida al pecado puede haber incluido que Dios relajase Sus procesos de mantenimiento en la creación. Desde este punto de vista, Dios no habría creado malas bacterias de novo, sino que (en un sentido antropomórfico), «soltó las manos» de los controles y dejó que sucedieran mutaciones fuera de Su control directo. Así, mutaciones que rompiesen la capacidad de los macrófagos de regular la cantidad de bacterias podrían llevar a terribles enfermedades. Pero esto no puede explicar todo el mal natural. Algo del mismo parece diseñado para causar sufrimiento. En Génesis 3 se da una lista de unos efectos específicos causantes de dolor como parte del juicio. Algunos piensan que Dios dio a Satanás, como el «dios de este mundo» que la humanidad había decidido seguir, un dominio limitado para infligir mal como juicio o como pruebas, pero sólo dentro de los límites de la permisión divina (véase Job 1). Si consideramos malas las cosas ahora, aparecen cosas aún más horrendas al final de los días en Apocalipsis: seres enviados para infligir tormento sobre la humanidad rebelde. Es el derecho de un Dios santo castigar el mal.


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